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domingo, 11 de diciembre de 2011

CUZCO, AGUASCALIENTES, MACHU PICCHU Y OLÉ! (Parte 2)

Ya son dos semanas las que llevo en España, sinceramente he estado tan liado con los reencuentros (todavía quedan muchos), el jet lag y el trabajo que he preferido dejar esta actualización para un rato tranquilo, un rato que me sirva para recordar, para recrearme en todo lo que he visto en este largo viaje de casi 6 meses.
Ahí voy.

Nos despertamos bien pronto, la dueña del hostal nos había preparado desayuno consistente en panes tradicionales cusqueños, zumo, café y demás cosas de untar, véase mermeladas, mantequillas y cosas que no salen más allá de lo normal. Salimos para subirnos al autobús que subía de Machupicchu Pueblo (Aguascalientes) hasta la ciudad Inca de MachuPicchu.
Es indescriptible lo que se siente al estar rodeado de tremendos colosos de piedra y vegetación, el autobús subía dando la sensación de estar rodeando la montaña, fijé la vista en frente hacia la base de lo que parecía una inmensa montaña, a medida que subíamos, lo que al principio me parecía un coloso se iba haciendo más y más pequeña, fijando la vista en el relieve de la misma, cataratas improvisadas causadas por la lluvia del día anterior se deslizaban por las lisas paredes mientras aquí y allá crecía la vegetación sin medida alguna...
Eramos nada.

El autobús paro en seco. Una roca inmensa había decidido caer en medio de la carretera y varios aldeaños estaban picando la roca, desmenuzandola para que no cortara el paso, el autobús la rodeó como pudo y continuó su ruta hacia la ciudadela Inca. Una vez arriba se nos acercaron bastantes guías para ofrecernos sus servicios (prostitución turística) a parte de mucha gente, todo esto debido al reconocimiento público que tiene Ari y debido a la cara de turista que tenemos Lloyd y yo. Al final elegimos a Lourdes, una chica sencilla, lista y simpática que no se quitó las gafas de sol ni el impermeable en todo el rato.

Empezamos a andar y llegamos a la caseta del Guarda, donde se podía divisar toda la ciudadela con el Huayna Picchu de fondo que es la foto típica que todo el mundo se hace (yo por supuesto, también). Se distinguían perfectamente la zona agrícola, caracterizada por sus andenes de piedra a semejanza de grandes escalones. Éstos están formados por un muro de piedra y un relleno de diferentes capas de material facilitando el drenaje y evitando que el agua se empoce en ellos evitando el desmorone de su estructura.
Otros andenes de menor ancho se encuentran en la parte baja de Machu Picchu, alrededor de toda la ciudad. Su funci­ón no era agrícola sino servir como muros de contención para que la ciudad no se fuera montaña abajo.
También divisábamos la zona urbana, la cual esta dividida de la agrícola por un muro de unos 400 metros de largo. Paralelo al muro, corre como una acequia que se usaba como el principal drenaje de la ciudad y en lo alto del muro estaba la puerta de entrada a la ciudadela de Machu Picchu que contaba con un mecanismo de cierre interno cuyo funcionamiento Lourdes nos explicó muy precisamente.
La ciudad, tal y como nos contó Lourdes, se divide en dos zonas, la alta y la baja y esta construida aprovechando la situación de la montaña, en plena armonía con la misma.
Estuvimos viendo la escalinata que conformaba la "calle principal" y un conjunto de fuentes de agua que iban al lado de la misma y la cantera donde se obtenían las piedras para construir semejantes estructuras.
Empezamos a descender hacia la ciudadela pasando por la zona alta donde vimos la zona residencial y la zona de los establos, había incluso dúplex!
Pasamos por el templo del Sol, pasando por la zona de la cantera donde se extraían las rocas para hacer la ciudadela y los andenes, llegamos a la Plaza Sagrada donde estaban el Templo de las Tres Ventanas y el Templo Principal, era una zona muy diáfana donde Lourdes nos explicó como gracias al Sol se hacia un dibujo de la cruz Inca en el suelo mediante una disposición especial de una roca en concreto, curioso.
Caminando un rato más y haciendo un poco el tonto con Lloyd y con Ari llegamos a lo que más ganas tenía de ver a parte de las preciosas vistas, al Intihuatana o la piedra de la energía, una piedra rectangular que parecía el eje de la Tierra, no dejaban tocarla debido a la erosión que sufriría si la tocaran los miles de turistas que pasan diariamente (que se lo digan a la columna de la Pilarica, que tienes, yo no, que meter el morro a lo pato para poder besarlo de los morreos que se ha llevado esa columna...) pero si dejaban acercar la mano para que sintieras la energía que desprendía (cosa que al principio me producía cierta risa hasta que al acercarla y llevarme una especie de cosquilleo me la quitó toda). Acerqué las dos manos para impregnarme de esa energía (la iba a necesitar días y semanas después...).
Estuvimos viendo muchas cosas mas como la zona del cóndor, la zona de las fuentes, vimos alguna chinchilla que salía a saludarnos pero como ya llevábamos 3 horazas caminando y con un sol asfixiante nos dio por hacer un poco el tonto y a hacernos fotos a diestro y siniestro, salieron muy divertidas.
Nos subimos al autobús que nos llevaba de vuelta a MachuPicchu pueblo (Aguascalientes) maravillados por todo lo que nos rodeaba e impregnados de una rara energía y tranquilidad.
Ya en el pueblo, mientras hacíamos tiempo al lado de las vías esperando al tren de vuelta a Cuzco, recordé una historia que me contaba mi madre siempre cuando pasábamos las vacaciones en Murero y paseábamos por las vías ahora abandonadas del tren.
Cuando era pequeña, ella y sus amigas colocaban chapas, monedas y diferentes objetos en los raíles para que, cuando pasara el tren, las dejara lisas y ultrafinas, eso hice con tres monedas de 5,10 y 20 céntimos de Euro que tenía en la mochila.
Mientras llegaba y no el tren, esperamos sentados en el porche de la posada como niños a que pasara alguno, nos dio tiempo a hacernos amigos de un perro callejero que andaba por ahí, a bromear, a recordar y a empezar a despedirnos, me quedaban dos días en Perú...
Pasó el tren y rápidamente recogimos las monedas y las repartimos entre Ari, Lloyd y yo para tener un recuerdo cuanto menos particular de este viaje.
Con el tiempo pegado en el culo subimos hacia la estación para subirnos al tren que había forjado esas monedas y me llevaba de vuelta a Cuzco para a los dos días despedirme de este precioso país.
En el tren pasaron cosas surrealistas que sumadas al aburrimiento hicieron del viaje un trayecto divertido. Ari dijo que tenía una sorpresa. Impaciente, le pregunté que qué era, y el, impaciente también me dijo que le habían dicho que (por su condición de persona mediática) desfilara por el tren con una ropa hecha de lana de alpaca que promocionaban, me lo tomé a broma.
Mientras jugábamos con gran algarabía al "adivina que canto" se oyó un revuelo en el tren, de repente aparecieron unos tipos, disfrazados con ropas y mascaras típicas de la zona, bailando danzas culturales. Uno de los chicos del tren se acercó a nuestro asiento y Ari se levantó, se metió al WC y salió vestido de lana de alpaca... No podía reírme más, estaba flipando. Unas españolas que teníamos al lado flipaban el doble, no entendían nada de lo que estaba pasando en ese tren, yo ya estaba acostumbrado a que pasaran este tipo de cosas con Ari desde que salí con el en primera plana en una famosa revista peruana.
Llegamos a Cuzco y el soroche (mal de altura) volvió a hacer efecto en mi, me ahogaba y volví a recurrir al mate de coca, llegamos al hotel y caímos rendidos en los brazos de Morfeo, al día siguiente nos tocaba pasar un día tranquilo por la ciudad.
O eso creía.
Nos levantamos con la calma, un día soleado nos recibía (en especial a mi cuello achicharrado por tanto Sol en Machu Picchu) con mucha intensidad. Ari, ya conocía todo esto, muchos años atrás ya había viajado con su madre y nos hacía de guía por lo que se emocionó y nos mandó a visitar unas ruinas...
Lo que fue una ruina era el verme casi sin aire y sintiendo, lo juro, que me moría, subiendo una cuesta que, en condiciones normales, no me hubiera costado subir.
Llegamos a las ruinas de sacsayhuaman sin ganas de nada, y sinceramente, estuvimos viéndolas más por "compromiso cultural" que por ganas dado a que estábamos reventados de tanto caminar. Nos tumbamos en una explanada al lado de unas llamas y ahí estuvimos una hora divagando. Decidimos volver caminando porque como era bajada como que es más agradecido...
Bajamos por el lado derecho de la carretera donde detrás de un murete había una caída espectacular hacia un bosque de eucaliptos, mientras le explicaba a Lloyd que esos arboles son de los que se hacen los chicles se me ocurrió arrancar unas hojas para que lo comprobara, salté el muro para caer en un pequeño saliente sobre el "precipicio" estiré la mano y me hice con un ramillete de hojas de eucalipto.
Cuando apoyé las manos para saltar de vuelta a la carretera el muro miré hacia mi dedo y ví un cristal afilado, justo al lado, al apartarlo, afiné la vista para descubrir que había un raton en pleno estado de descomposición.
No es que tenga miedo a los animales, me he criado en medio del campo, pero el hacerme una idea de que podría haber tocado esa mierda de ratón hizo que mis piernas me traicionaran y me resbalara hacia atrás deslizandome hasta el acantilado. Me agarré como pude a las hierbajas que había y de la misma histeria me levanté y salté el muro sin importarme (luego nos dimos cuenta) que hubiera restos de cristales clavados a lo largo de todo el muro.
Ni un rasguño. Mis ángeles de la guarda (que tengo tres, fijo).
A todo esto, Lloyd y Ari asistían asombrados a todo el show que les estaba mostrando, cuando ya estuve de nuevo en la carretera les enseñé el porqué de toda esa mierda y lo entendieron todo, sobretodo Ari el cual se enamoró irremediablemente del difunto animal. Lloy olió las putas hojas (que si que olían a chicle) y las tiró al suelo.
Casi lo mato.
Comimos en INKA GRILL donde nos atendieron excelentemente, y estuvimos dando vueltas por la ciudad. Nos dirijimos a una especie de mercado para comprar regalos y demás historias para llevarme a España. Se palpaba la tristeza, no me hacía a la idea de que esa era la última tarde que pasaría en esas calles, Lloyd y Ari tampoco se hacían a la idea. Nos hemos cojido muchísimo cariño.
Por la noche como si de una despedida se tratara en la plaza de al lado de nuestro hotel hicieron un castillo de fuegos artificiales, miraba las caras de mis compañeros de viaje iluminadas por el espectáculo y me puse muy contento, había conseguido algo más que no esperaba de este viaje.
Madrugamos para poder llegar a tiempo al aeropuerto de Lima y yo ya me quedaba ahí ya que en cuatro horas salía mi vuelo hacia España, quemando los cartuchos hasta el final!
Una vez en el aeropuerto me vino a buscar Carlos con las maletas, las reestructuré, algo agobiado por la presión de las miradas de la gente, para meter los souvenirs y mi ropa que había utilizado en Cuzco.
Se me hacía rara esa situación, llegué a ese país solo y me iba acompañado por dos de las personas que más confianza y cariño me han dado en mi estancia en Perú.

Faltaban Lila y toda la familia y amigos, Oscar, compañeros de trabajo...pero mejor era así, no estaba para muchos lloros y me aturden las despedidas.

Con un abrazo y un besazo enorme me despedí de ellos para embarcarme de nuevo en un avión que me devolvía tras casi seis meses a mi hogar.

Ya en el avión solté las lagrimas que tenía que soltar. Voy a echar de menos todo esto.




En la próxima entrada: fotos del viaje, percepciones y mis aventuras en Zaragoza!

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